mirada

Hipocresía nuclear, podríamos así llamar la conducta o el escandaloso fingimiento de los poderosos al comparar la inversión humanitaria con el gasto militar. Mientras unas migajas de dólares son destinadas a miles de sobrevivientes de tragedias climáticas como la de la ciudad de Valencia en España, las inundaciones como en China o la India, en auxiliar unos infortunados mineros enterrados vivos en el fondo de alguna mina, para rescatar algunos desaparecidos en montañas de difícil acceso o finalmente salvar simples marineros que a la deriva ha enviado el destino a causa del hambre, billones de dólares se invierten para desarrollar apocalípticas armas.

Los Estados Unidos, sólo en ayuda militar a Israel en su accionar contra Gaza, ha dilapidado 30.000 millones de dólares, aparte de los cientos de miles enviados a Ucrania. Rusia ronda la misma senda y China ya no puede detener su avance bélico. Pero, si la hipocresía nuclear -por su desfachatez- y la jactanciosa ironía es grosera en cuanto a la diferencia entre ambos gastos, el humanitario y el militar, no tienen comparación con la millonaria pérdida de vida; gastan unos dolaritos para rescatar o socorrer desafortunados, mientras envían como carne de cañón a millones de jóvenes aptos para la producción agrícola o industrial. Da, por no decir más, coraje, saber que jóvenes bien formados, con excelente salud física y mental, van a matarse entre sí, sólo para que algunos ostenten la supremacía.

¡Castigo nuclear merecen!

-¿No les bastaba a sus comandantes y jefes de Estado, decía Guille, la desgracia de verlos reducidos a trocitos, teniendo aún tanta vida, mientras ellos y sus familiares disfrutan de lujos y placeres?

-No se indigna la humanidad ante tanta muerte, desfigurados o casi aniquilados, ¿Cuántos millones de buenos seres tendrán que morir para llegar a la nada?

-¡Gatopardo, Gatopardo! Gritaba ¡Cambiarlo todo para no cambiar nada!

-¡Hasta cuándo cualquier enésimo salvador de la patria y protector del pueblo, propone un supuesto “cambio definitivo”, con mentiras y nuevas promesas seguirá enviando hombres, mujeres y niños a morir en lejanas tierras!

-¿Ah, Giuseppe Tomasi di Camperusa -Gatopardo- donde quiera tu espíritu esté, recibe las más grandes bendiciones por alertarnos de tantos farsantes que se hacen llamar jefes de Estado, primeros ministros o falsos jeques?

Entre tanto, así se expresa Guille en el bar “La Caridad”, donde su anuncio rezaba: “Acá se descuenta el 50% o más, según el grado de las mutilaciones”; descuento expreso a los excombatientes de las tantas inútiles batallas.  Ella se sentaba en las piernas de los desdichados, faltos de salud, pero no de vida, mientras les acariciaba la herida aún sangrante o el muñón expuesto y mudo. 

Los párrafos en cursiva, corresponden a un extracto de la novela “Secreto Moribundo”, de mi obra propia, editado por Amazon y que podrás encontrar en la plataforma, haciendo click sobre el título del libro.

Hasta otra próxima entrega.